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Brasil Noreste
Esta región se destaca por las experiencias que brinda, desde las tradicionales ciudades como Natal y Pipa, hasta pueblos vírgenes que nos acercan a la vida del mar y la naturaleza, como Gallinhos y São Miguel do Gostoso. En cada destino, la gastronomía es una vivencia inolvidable.
Mercedes Aime (texto)

Exactamente cuando parece que ya hemos descubierto todo sobre los mejores destinos de Brasil, la certeza se desvanece y nuevas propuestas se suman, siempre a la altura de las exigencias de los viajeros más experimentados. Así, a la dupla ya famosa de Natal y Pipa se suman Gallinhos y São Miguel do Gostoso, dos pueblos con el encanto de las playas vírgenes, los escenarios ideales para deportes acuáticos, y una gastronomía que sorprende incluso estando embarcado y a kilómetros de la costa.
Natal es una de las grandes ciudades de Brasil, se destaca por sus dunas blancas y grandes salinas que aportan destellos cotidianos. En el país vecino es conocida por ser el lugar de desembarco de Coca-Cola. Entre los imperdibles está el Parque de las Dunas, de 1172 hectáreas: para caminar y perderse entre sus ondulaciones hasta llegar al museo donde es posible apreciar el valor de la flora y fauna del lugar. Otros de los hitos de la metrópolis son la playa de los artistas y el puente Newton Navarro. Para hacer buceo, es preciso ir al Parque Manoa y, si gustan del snorkell, lo mejor es acercarse a Maracajaú. Claro está, como en casi todo el país, se ofrecen paseos en buggy. Para descansar, lo mejor es el Hotel Cher (de 5 estrellas) y a la hora cenar hay que testear el menú del hotel Golden Tulip y del Majestic Hotel.

Siguiendo con el itinerario, Pipa es un lugar especial para hacer turismo ecológico, como contemplar el nacimiento de las tortugas y atravesar los senderos que nos permiten conocer todo el Santuario. A la hora de ir a la playa, hay que optar por Praia Madeiro, donde los delfines nadan muy cerca de la orilla y es posible practicar kayak o stand up paddle. Para pasar la noche, se destaca la posada Beija Flor Resort & Spa, que cuenta con el servicio del chef italiano Michelle Crespi, que deleita a los comensales con platos como carpaccio de pulpo, rissotto de azafrán y hongos o dorado mediterráneo grillado. Si a la noche se quiere ampliar el tour gastronómico, hay que probar las creaciones de Espaço Lampião.




Terreno virgen
Con tan solo 1000 habitantes, Gallinhos es un pueblo que cautiva tanto por su gente como por su geografía. Ejemplo de esto es la excursión en barco que brinda Junio Tubarão (“tiburón” en portugués, apodo que se ganó por su modo de nadar) por los manglares, cuna del océano; de ahí la importancia de conservarlos en estado saludable. Allí muchas especies van a encontrar pareja o tener sus crías. Por eso es fácil ver caballitos de mar, cangrejos de todas las variedades y hasta peces murciélago. Como parte del paseo, una actividad increíble es la de cosechar ostras que luego se degustan ahí mismo, en el mar, sentados en cómodas hamacas. Entre los platos que se suelen probar, hay ceviche de dorado, sashimi y variadas alternativas con piña; siempre amenizando con cerveza, agua de coco, espumantes o vino. ¡Un verdadero lujo!
Si dudas, el punto sublime del viaje es la llegada a São Miguel do Gostoso, donde la paz que irradia su naturaleza todavía vibra en cada uno de sus rincones. Está a apenas una hora y media del aeropuerto de Natal. Vale la pena dejarse tentar por la tranquilidad y recorrer a ritmo cansino las callecitas y sus restaurants; incluso hay uno argentino: Luz Tranquila, donde se puede comer carne de estas pampas.
Claro está, como todo pueblo playero, abundan las oportunidades para hacer kite surf y windsurf. Uno de los grandes programas es pasar el día haciendo deportes en Praia de Tourinhos y luego ver el atardecer desde los acantilados.
En cuanto a alojamiento, la Posada Enseada dos Mares (en Touros) es ideal para ir con familia. Tiene una ubicación estratégica sobre el mar, con brisa agradable y restaurant de primer nivel. En materia de gastronomía, la perla del lugar está escondida: se trata de un restaurant a puertas cerradas llamado Jangadeiro. Está manejado por una pareja de cariocas. Allí es imposible no relajarse: hay hamacas paraguayas para cada mesa y un jardín en la playa súper romántico, para comer iluminados por la luna y arrullados por el mar. Allí ofrecen un menú de 5 pasos con entradas de bolos de feixoada, langosta con risotto, carpaccio de caballa blanca (el pez estrella de la casa) y una sobremesa relajada con postre de ananá y cachaça añejada con canela (Volupia). Una verdadera experiencia que une lujo, placer y naturaleza.



Consejos indispensables
Aunque el horario es el mismo que en la Argentina, es bueno ir predispuesto a adaptarse al huso horario del lugar, pues amanece a las 5.30 y 12 horas después ya atardece. Esta rutina se repite todo el año, sin variar según las estaciones.
Los guías recomiendan estar bien hidratados todo el día y llevar agua a las excursiones.
En estos destinos el aire es sumamente fresco y puro, por eso se respira una mayor cantidad de oxígeno. En Natal, a esto se suman los vientos alisos, que nos hacen mover de un modo más lento y nos vuelven el centro de los chistes de los nativos.
El sol prevalece todo el año, aunque en invierno es la temporada de lluvias tropicales (cabe aclarar que los lugareños señalan que estas han disminuido notablemente).
La temperatura promedio es de 28 grados y en el agua solo baja 2 grados.
Un detalle: como es una de las esquinas del continente, hay que tener cuidado con las corrientes marinas al entrar y salir del mar.